sábado, 11 de enero de 2014

Pequeña queja de una retrógrada invisible

Los celulares (y aparatos parecidos) de hoy en día son la perdición de la comunicación. Irrumpen con la mentirosa imagen de simplificarnos y mejorarnos la vida pero en el fondo son macabros. Crean nuevas y falsas necesidades, afanes, obsesiones. Hipnotizan a su ingenuo portador, lo controlan. Todos los nuevos usuarios juran y rejuran que a ellos no les va a pasar....que ellos sí sabrán controlar sus impulsos, que no se volverán groseros y maleducados con la persona que tienen al frente por prestar atención a su celular. Bullshit! Todos caen. Y es que seguramente es una dulce tentación que nosotros, los "retrógrados" que aún no tenemos un bicho de esos, no entendemos. Mal, mal, mal. Es increíble ver en lo que se han convertido las reuniones de amigos, de familia y hasta los encuentros de pareja. Hay mucha tela por cortar al respecto pero ¡qué tedio! Estoy segura que todos hemos sido víctimas alguna vez, todos saben de qué hablo. Como si no fuera suficiente el daño que le han hecho los benditos aparatos a nuestra comunicación y a las relaciones interpersonales, aparece de repente el maligno autocorrector. Noooooo. Ahora los mensajes y las conversaciones están plagadas de incoherencias, de estupideces, de palabras intrusas que tergiversan las ideas y arruinan el sentido de las frases. El autocorrector elimina la seriedad de una discusión, despoja de todo romanticismo un mensaje de amor, ridiculiza constantemente el lenguaje. "¡Ayy pero si finalmente entiendes lo que quiero decir!"  Claro que entiendo, ni bruta que fuera....con un poco de esfuerzo mental e imaginación reemplazo la idiotez que acabas de escribir por algo coherente según el contexto (anque a veces es imposible deducirlo dada la magnitud del absurdo) . Pero no se trata de eso. Se trata de que estamos maltratando enormemente el lenguaje y lo peor, ¡nos vamos acostumbrando!. Para los amantes de la literatura, de la escritura, de la ortografía es un ataque al corazón. Personalmente, siento una punzada de rabia y dolor cada que alguien con quien estoy charlando me manda  a la mierda un ratico por atender sus múltiples obligaciones celularísticas. Me vuelvo invisible sin más ni más. En cuanto al autocorrector, acepto que logra sacarme a veces una que otra sonrisa pero sinceramente empieza a rayar en lo absurdo y da lástima.

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11/01/14

jueves, 9 de enero de 2014

Ocho de enero

Es ese vacío indescriptible, esa sensación de desgarro. Es la cara de tristeza profunda de mi hermana menor. Son sus ojos preguntando en silencio cómo pudo pasar algo así. Es mi madre que no grita, que aparenta tranquilidad pero que por dentro sufre un golpe más de la vida y de nuevo pierde lo poco que tiene y atesora. Son las ridículas coincidencias, las chapas forzadas, los cajones abiertos, las cosas en el piso. Son sus sucias manos en mi ropa, en mi perro, en mi casa. Son todas esas pertenencias que realmente no tienen mucho valor pero son mías, son nuestras, han sido conseguidas con esfuerzo y protegidas con ahínco. Es la violación del hogar. Ese lugar tan único, tan propio, tan sagrado. Ese pedazo de espacio donde solemos sentirnos seguros. Es saber que irrumpen sin remordimiento y toman sin derecho alguno lo que no les pertenece. Son los eternos "si (no) hubiera". Es la agresión cobarde contra ti y tus seres queridos. Es ver su cara de sorpresa y de dolor y no poder castigar a los culpables.Es la posibilidad de que hayan maltratado mi pequeño amor de 4 patas y si algo bueno ha de salir de todo esto, es el milagro de que aún esté en casa con nosotras y esté bien. Es la interrupción repentina de la sonrisa, de la alegría. Es la debilidad, la paranoia, el insomnio. Es ese por fin me pasó a mí. Es recordar la porquería de mundo en que vivimos y la calaña de personas con quien debemos compartirlo. Es la rabia, es la impotencia, es la impunidad. No es tragedia. Casi todo se recupera. Pero es esa sensación injusta y triste que se queda. Es ese sinsabor y estas lágrimas.

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