Me cuesta mucho dejar ir la gente que me importa y que he querido. La gente que genuinamente me interesa. Desde hace mucho tiempo identifico el desasosiego que me envuelve cuando siento estar "perdiendo" a alguien que ha significado mucho para mí. Pataleo, intento, expreso, pregunto, busco, trato de dejarlo todo en la arena pero me he dado cuenta que debo aprender a identificar cuándo vale la pena luchar y cuándo quizá no. Por difícil que sea, debo retirarme más rápido (aunque duela y mucho) de aquellos lugares donde sencillamente ya no soy bienvenida, donde no disfrutan más mi compañía, donde ya no hay reciprocidad y donde incluso, a veces, parece no existir siquiera la intención de comunicar clara y asertivamente lo que se piensa y siente. Si usted no me quiere en su vida y ha decidido interrumpir unilateralmente el vínculo, yo voy a hacer mi mejor esfuerzo por hacer de tripas corazón, aceptar y alejarme, así se perciba confuso e injusto...así desde mi lado esa espalda y ese silencio se entiendan como una traición. Me propongo aprender a no reclamar, a no enfurecer, a no señalar. Me propongo intentar conservar los buenos recuerdos y asumir el final con entereza. Voy a aprender a controlar el impulso y a redirigir mi energía y mi atención. Sé lo que soy, lo que valgo y lo que puedo dar y voy a aprender a ofrecerlo únicamente a quien lo desee y lo honre.
Cómo me alegra encontrar en Netflix series y películas cuyos personajes principales son personas "no heterosexuales". Cómo me alegra que ya no sean solo personajes secundarios, muchas veces caricaturescos, cuyo rol estaba lleno de estereotipos y que parecían estar presentes solo para divertir o lubricar algunas escenas.
Es increíble que en pleno siglo XXI todavía tengamos que explicarle al mundo nuestra validez como humanos por el simple hecho de serlo y más increíble aún tener que justificar quién nos gusta y por qué. Es absurdo ver aún, hoy en día, marchas y manifestaciones de personas exigiendo derechos que deberían darse por sentado, derechos que ni siquiera deberían estar en discusión. Yo no tengo que salir a exigir nada a cuenta de mi orientación sexual. ¿Por qué habría usted de hacerlo? Si somos iguales. Sentimos igual el amor, sentimos igual el deseo. ¿Habrá acaso algo más íntimo que el vínculo y la atracción que uno puede sentir por alguien más? ¿A cuenta de qué tiene alguien que darle explicaciones a usted de por qué le gusta fulano o sutano?
Se habla de la comunidad LGTBIQ+ como si tuvieran que formar un rancho aparte. La comunidad debería ser una sola, la humana, donde ni siquiera tendría que haber diferenciaciones ridículas. Que si tal lugar es “gay friendly” o que si tal institución es “inclusiva”, hágame el bendito favor. Cuando el mundo sea realmente sensato, friendly e inclusivo, no habrá necesidad de esas etiquetas que son solo eso, etiquetas. Porque nos encantan las categorías. Nos remuerde como humanos no comprender más allá de nuestras narices los fenómenos del mundo, lo que no podemos explicar, lo distinto. Y entonces hay que clasificar hasta quiénes somos y cómo nos queremos. Que si homosexual, que si bisexual, que si le gusta esto o le gusta lo otro entonces ya no hace parte de esta categoría o de aquella. Que si los colores, que si los peinados, que si la ropa, que si los pasatiempos, que muy masculino, que muy femenino, que muy rarito, que mucha loca.
Me hierve la sangre.
Como sociedad nos sobran doctrinas, religiones, protocolos; y nos falta más amor, más comunicación, más calle, más lecturas, más experiencias, más empatía. Ojalá cada vez más valientes salgan a gritarle al mundo lo que son y lo que valen. Ojalá en cada familia, en cada salón de clase, en cada oficina uno de esos valientes salga a dar cátedra, con su ejemplo, de lo que es ser auténtico y leal a sí mismo. Que nos den clase de respeto y tolerancia a todos los que vivimos llenos de prejuicios, máscaras y apariencias, los que volteamos la mirada porque es un beso distinto, los que rechazamos al otro solo porque es un humano diferente a mí.
A los homofóbicos ni los voy a nombrar, pobres mentes estrechas, pobres almas atormentadas, ojalá la vida los ponga en su lugar. Pero sí tienen una mención especial los cómplices silenciosos, que seguramente hemos sido todos alguna vez. Los que nos reímos del chiste, los que observamos el bullying desde la barrera, los que seguimos usando insultos despectivos que muchas veces creemos inofensivos y no lo son.
Si usted, como yo, no quiere hacer parte de esos cómplices, empiece por usted, empiece por casa. Cambie el lenguaje, sea más respetuoso, no asuma, acostúmbrese a preguntar por la pareja del otro (que deja el género y la conversación abierta), no celebre el chiste, enfrente a sus amigos y familiares sin miedo, lea, salga, relaciónese.
Entérese y convénzase, de una buena vez, que los demás tienen sus mismos derechos y que el amor no necesita más explicación que ser sentido.
El poema quiere nacer
en medio de la noche
en la madrugada
en el insomnio
en la luz del día.
Pero a veces la mano no obedecey el poema se muere.
Hay que dejarlo ser
escribirlo con uñas
o sin manos
con tinta
o sin papel
en paredes
en coches
en supermercados
con una zanahoria escribir en un queso.
Permítame usted su marcador
se me muere el poema.
Nos percibimos tan equivocados el uno al otro que cuesta creer que nuestras bocas logren una tregua y se encuentren con tantas ganas.
La atracción no sabe de posiciones políticas, de religión ni de doctrinas. O sí sabe, pero se hace la loca.
Me da igual que me hables de un dios en el que no creo, mientras tus labios me besen así, mientras tus manos recorran mis rincones más pecaminosos.
Todo te confunde, a mí todo me divierte. Cuanta historia personal cargan nuestras creencias, nuestros prejuicios, nuestros valores.
Yo decido disfrutar y tú huir. Y está bien. Sonrío mientras te alejas y me dan ganas de darle gracias a ese dios tuyo porque existen efímeras tentaciones como vos, en las que caer es un placer.
Voy a regresar trastabillando, torpemente, a las palabras.
Voy a buscarme nuevamente en los verbos y las comas. Quiero vagar entre acentos
y adjetivos, desahogarme a través de las páginas y expresar eso que solo sale
en medio del silencio y la absoluta soledad. A veces brota de repente entre las
lágrimas, otras sale a borbotones por las rendijas de la ira, una que otra
vez surge detrás de la sonrisa y, como no, lo invoca en ocasiones el amor o el
deseo.
Es la traducción de la emoción, es intentar encausar el
pensamiento y darle un poco de orden, de estética y de propósito al caos. Es
reconocerme y reconocer el mundo entre la autobiografía y la ficción. Es intuir que hay cosas que deben ser leídas
por otros ojos aparte de los míos, a veces por el simple deseo de compartir, a
veces por la urgente necesidad de que una mirada específica se pose, como una
mariposa, sobre las letras; a veces por vanidad, a veces por orgullo, a veces por deporte. A veces
incluso solo por acudir a ese llamado anónimo e inexplicable de honrar un don.
Quiero volver, sin mayores pretensiones, sabiéndome distante
y perdida por haberme alejado de las raíces, por haber dejado de leer y de
pensar, por llevar años en el torbellino de la digital banalidad que tanto
tiempo nos arrebata.
Para regresar debo volver al origen, lo sé. A lo que nutre,
a lo que importa. No es fácil, ahora que hay más peros, más excusas, menos
tiempo. Pero he decidido intentarlo y usted está cordialmente invitado a verme
tropezar entre estas líneas.
Un beso de esos que son muchos besos cortos, uno tras
otro….como si ninguno bastara para expresarte lo que siento por ti y siempre
hubiera necesidad de más.
Tengo 25 años y a estas alturas no puedo asegurar qué quiero ni qué espero realmente de mi vida. Miro a mi alrededor y encuentro personas incluso menores que al parecer tienen todo muy claro, que están decididas a hacer esto o lo otro y no sé si sentir envidia o lástima de sus rígidas certezas. Estoy terminando una carrera eterna que no acaba de convencerme pues implica un grado de sacrificio y renuncia que no encaja con la mayoría de mis principios. No ha sido tiempo perdido pues he aprendido cosas interesantísimas, he conocido personas increíbles en el camino y supongo que como persona también he crecido. Me ha servido además para ir definiendo, al menos, lo que NO quisiera para mi vida. Ya en estos últimos semestres de carrera, en esta recta final, empiezan a surgir, entre compañeros, las discusiones sobre el futuro sueldo (salario), sobre si seguir estudiando o no, sobre las posesiones materiales que cada uno quisiera tener, sobre qué lugar escoger para vivir, en fin....sobre toda esa vida futura y adulta que ahora se ve tan próxima. Sinceramente me siento cada vez más como un bicho raro en el lugar equivocado. Mis compañeros y futuros colegas hablan de sueldos millonarios, de ciudades grandes "porque allá están las verdaderas oportunidades" (¡já!), de casas y carros lujosos, de seguir estudiando sin parar y sin dudarlo; parece tenerlos sin cuidado no tener tiempo libre, endeudarse, alejarse de sus seres queridos, dejar pasar su juventud sin más ni más.
Por el contrario y aunque ya mencioné que no tengo idea hacia dónde voy exactamente, me convenzo cada día que pasa, que lo que deseo es mucho más sencillo y menos pretensioso. No me interesa ser rica ni famosa. Quisiera vivir en una ciudad pequeña, sino es esta en la que he vivido toda mi vida pues será una parecida, no aspiro a tener vivienda propia....si se da bien y si no, me conformo con alquilar un lugar acogedor, tranquilo, con vista a un parque o a un bosque, donde pueda tener plantas y mascotas. No quiero tener deudas (al menos no muy grandes), detesto los bancos y los créditos. Eso sí, quisiera viajar como loca.
El nivel de vida al que aspiro no tiene mucho que ver con prestigio y posesiones sino con calidad de vida.
Calidad de vida para mí es vivir en una ciudad lo suficientemente pequeña como para ir a almorzar a mi casa, tomar una siesta y saber que en 10 ó 15 minutos estaré de vuelta en el trabajo. Calidad de vida es tener un horario que me permita compartir una que otra tarde con mi pareja. Calidad de vida es tener libres las noches y los fines de semana para desconectarme del mundo y dedicarme a todas esas otras cosas que me gustan y que nada tienen que ver con mi trabajo: la lectura, el cine, el teatro, la escritura, la música, la naturaleza, el ocio, el sueño, hasta la cocina en algunos casos. Calidad de vida es tener a tu familia a un par de cuadras, es poder visitarlos con regularidad. Calidad de vida es poder disfrutar tu salario y no simplemente amontonar riqueza para que otros se la gasten por ti, es formar una familia (en caso de querer hacerlo) y tener tiempo para dedicarle.
¡Qué difícil es a veces reconciliar ciertas situaciones! Es como si la vida se burlara y te pusiera a elegir entre una cosa y otra cuando tú insistes en tener las 2. Es complejo no tener claridad sobre asuntos importantes a estas alturas pero, a su vez, la confusión me habla de energía, de caos bueno, del deseo de no conformarme ni resignarme.
Solo espero terminar siendo coherente con mis ideas, aunque sean sencillas y, a los ojos de algunos, quizá mediocres. Ojalá pueda leer esto en 10 ó 20 años y no decepcionarme.
Los celulares (y aparatos parecidos) de hoy en día son la perdición de la comunicación. Irrumpen con la mentirosa imagen de simplificarnos y mejorarnos la vida pero en el fondo son macabros. Crean nuevas y falsas necesidades, afanes, obsesiones. Hipnotizan a su ingenuo portador, lo controlan. Todos los nuevos usuarios juran y rejuran que a ellos no les va a pasar....que ellos sí sabrán controlar sus impulsos, que no se volverán groseros y maleducados con la persona que tienen al frente por prestar atención a su celular. Bullshit! Todos caen. Y es que seguramente es una dulce tentación que nosotros, los "retrógrados" que aún no tenemos un bicho de esos, no entendemos. Mal, mal, mal. Es increíble ver en lo que se han convertido las reuniones de amigos, de familia y hasta los encuentros de pareja. Hay mucha tela por cortar al respecto pero ¡qué tedio! Estoy segura que todos hemos sido víctimas alguna vez, todos saben de qué hablo. Como si no fuera suficiente el daño que le han hecho los benditos aparatos a nuestra comunicación y a las relaciones interpersonales, aparece de repente el maligno autocorrector. Noooooo. Ahora los mensajes y las conversaciones están plagadas de incoherencias, de estupideces, de palabras intrusas que tergiversan las ideas y arruinan el sentido de las frases. El autocorrector elimina la seriedad de una discusión, despoja de todo romanticismo un mensaje de amor, ridiculiza constantemente el lenguaje. "¡Ayy pero si finalmente entiendes lo que quiero decir!" Claro que entiendo, ni bruta que fuera....con un poco de esfuerzo mental e imaginación reemplazo la idiotez que acabas de escribir por algo coherente según el contexto (anque a veces es imposible deducirlo dada la magnitud del absurdo) . Pero no se trata de eso. Se trata de que estamos maltratando enormemente el lenguaje y lo peor, ¡nos vamos acostumbrando!. Para los amantes de la literatura, de la escritura, de la ortografía es un ataque al corazón. Personalmente, siento una punzada de rabia y dolor cada que alguien con quien estoy charlando me manda a la mierda un ratico por atender sus múltiples obligaciones celularísticas. Me vuelvo invisible sin más ni más. En cuanto al autocorrector, acepto que logra sacarme a veces una que otra sonrisa pero sinceramente empieza a rayar en lo absurdo y da lástima.
Es ese vacío indescriptible, esa sensación de desgarro. Es la cara de tristeza profunda de mi hermana menor. Son sus ojos preguntando en silencio cómo pudo pasar algo así. Es mi madre que no grita, que aparenta tranquilidad pero que por dentro sufre un golpe más de la vida y de nuevo pierde lo poco que tiene y atesora. Son las ridículas coincidencias, las chapas forzadas, los cajones abiertos, las cosas en el piso. Son sus sucias manos en mi ropa, en mi perro, en mi casa. Son todas esas pertenencias que realmente no tienen mucho valor pero son mías, son nuestras, han sido conseguidas con esfuerzo y protegidas con ahínco. Es la violación del hogar. Ese lugar tan único, tan propio, tan sagrado. Ese pedazo de espacio donde solemos sentirnos seguros. Es saber que irrumpen sin remordimiento y toman sin derecho alguno lo que no les pertenece. Son los eternos "si (no) hubiera". Es la agresión cobarde contra ti y tus seres queridos. Es ver su cara de sorpresa y de dolor y no poder castigar a los culpables.Es la posibilidad de que hayan maltratado mi pequeño amor de 4 patas y si algo bueno ha de salir de todo esto, es el milagro de que aún esté en casa con nosotras y esté bien. Es la interrupción repentina de la sonrisa, de la alegría. Es la debilidad, la paranoia, el insomnio. Es ese por fin me pasó a mí. Es recordar la porquería de mundo en que vivimos y la calaña de personas con quien debemos compartirlo. Es la rabia, es la impotencia, es la impunidad. No es tragedia. Casi todo se recupera. Pero es esa sensación injusta y triste que se queda. Es ese sinsabor y estas lágrimas.
Antes era como arrojar una piedra en un pozo largo y oscuro. No podía ver, pero podía escuchar el golpe de la piedra en el agua. Un golpe húmedo, indeterminado, profundo. Un "glup" que inundaba el ambiente de incertidumbre, de anhelo, de dudas, de dolor. Un golpe que reflejaba sentimiento, a pesar de todo.
Ahora es como arrojar la misma piedra al mismo pozo pero el golpe es seco y sordo. Ya no hay agua, ya no hay "glup". Ahora hay un eco vacío y el dolor es otro. Los pensamientos son otros.
Lejos de haber hallado paz, la cabeza se me llena de preguntas y los ojos de lágrimas impotentes.
¿A dónde se ha ido el vértigo?
¿A dónde el misterio, el pecado, la ansiedad?
¿Por qué lo natural cuesta?
¿Por qué mientes y me acusas?
¿Será esta asfixia temporal?
¿Este tic-tac marca el final o el porvenir?
He de estallar __________ .
Hace un par se semanas vi y leí esto y lo amé. Lo comparto.
La primera vez que la vi…
Todo en mi cabeza se silenció
Todos los ticks, las imágenes constantes desaparecieron.
Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad no tienes momentos callados.
Incluso en la cama estoy pensando:
¿Cerré las puertas? Sí
¿Me lavé las manos? Sí
¿Cerré las puertas? Sí
¿Me lavé las manos? Sí
Pero cuando la vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios.
O la pestaña en su mejilla–
La pestaña en su mejilla–
La pestaña en su mejilla.
Sabía que debía hablar con ella
La invité a salir seis veces en treinta segundos.
Ella dijo que sí después de la tercera,
pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.
En nuestra primera cita,
pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella.
Pero le encantó.
Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en la banqueta.
Cuando nos mudamos juntos ella dijo que se sentía segura,
como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta 18 veces.
Yo siempre veía su boca cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba;
Cuando me dijo que me amaba, su boca se curveaba hacia arriba en los bordes.
En la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas.
Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.
Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.
Cuando me detenía en las grietas de la banqueta ella seguía caminando.
Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.
Me dijo que estaba tomando mucho de su tiempo.
La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.
Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error,
pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos después de tocarla?!
El amor no es un error y me está matando que ella pueda salirse de esto y yo no.
No puedo–
No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.
Usualmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel.
Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches.
Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he estancado.
Quiero despertar todas las mañanas pensando en la manera en la que agarra el volante.
Cómo mueve las manijas de la regadera como si estuviera abriendo una caja fuerte.
En cómo sopla las velas–
cómo sopla las velas–
cómo sopla las velas–
cómo sopla las velas–
cómo sopla…
Ahora sólo pienso en quién más está besándola.
No puedo respirar porque él sólo la besa una vez– ¡No le importa si es perfecto!