jueves, 9 de enero de 2014

Ocho de enero

Es ese vacío indescriptible, esa sensación de desgarro. Es la cara de tristeza profunda de mi hermana menor. Son sus ojos preguntando en silencio cómo pudo pasar algo así. Es mi madre que no grita, que aparenta tranquilidad pero que por dentro sufre un golpe más de la vida y de nuevo pierde lo poco que tiene y atesora. Son las ridículas coincidencias, las chapas forzadas, los cajones abiertos, las cosas en el piso. Son sus sucias manos en mi ropa, en mi perro, en mi casa. Son todas esas pertenencias que realmente no tienen mucho valor pero son mías, son nuestras, han sido conseguidas con esfuerzo y protegidas con ahínco. Es la violación del hogar. Ese lugar tan único, tan propio, tan sagrado. Ese pedazo de espacio donde solemos sentirnos seguros. Es saber que irrumpen sin remordimiento y toman sin derecho alguno lo que no les pertenece. Son los eternos "si (no) hubiera". Es la agresión cobarde contra ti y tus seres queridos. Es ver su cara de sorpresa y de dolor y no poder castigar a los culpables.Es la posibilidad de que hayan maltratado mi pequeño amor de 4 patas y si algo bueno ha de salir de todo esto, es el milagro de que aún esté en casa con nosotras y esté bien. Es la interrupción repentina de la sonrisa, de la alegría. Es la debilidad, la paranoia, el insomnio. Es ese por fin me pasó a mí. Es recordar la porquería de mundo en que vivimos y la calaña de personas con quien debemos compartirlo. Es la rabia, es la impotencia, es la impunidad. No es tragedia. Casi todo se recupera. Pero es esa sensación injusta y triste que se queda. Es ese sinsabor y estas lágrimas.

D

1 comentario:

Susana dijo...

Lo siento por ti y tu familia, qué cagada.