jueves, 14 de abril de 2011

Sana que sana


Mi casa se ha vuelto un hospital. Un típico hospital donde hay más enfermos que camas y donde las medicinas o no son suficientes o no son efectivas curando tanto malestar. En este hogar-hospital hay enfermos de años y de cansancio...hay enfermos de amor y de lujuria, enfermos mentales sin diagnosticar y enfermos de profunda tristeza. Por los pasillos descuidados deambulan enfermos de pubertad y frustración, enfermos de pobreza y mala suerte, enfermos de encierro y esquizofrenia. Hay fracturas en las piernas, almas infectadas, corazones funcionando más o menos. Hay esperanzas amputadas y sentimientos en cuidados intensivos. Está la vida enferma y la muerte muy encima. Hay sólo un doctor en potencia y en duda constante, un par de enfermeras obstinadas en exprimir hasta el último aliento de vida de un cuerpo agotado y marchito, el cuerpo de quien fundó, a fin de cuentas, la mitad de este hospital. Hospital de mujeres y de ruido. Se oyen llantos y lamentos, ladridos, máquinas de oxígeno, música, gemidos, voces extrañas, gritos y uno que otro "te quiero". Hacen falta más coraje y más abrazos terapéuticos. Hace falta más silencio y más espacio. Falta todavía soportar con gracia y salir victoriosos del caos absoluto de la muerte. Lo lograremos, verán. Este hospital, al fin y al cabo, tiene enfermos de huesos fuertes y dientes sanos que siempre encuentran de nuevo el camino de la sonrisa. Porque hay motivos y hay remedios.

Me voy a pasar ronda.


D

14/4/11

8 comentarios:

Ana María Mesa Villegas dijo...

Daniela, qué cosa tan bonita!!!

Jorge dijo...

Me gustó mucho.

Unknown dijo...

Por textos como éste me envicié a este lugar (long long time ago). Me encanta la imagen del hogar restaurador, hospitalario. En aquellos años de la novia médica ningún lugar me aterraba tanto como los hospitales. Bonito bonito, D. Bonito bonito.

Jorge dijo...

Yo me imaginé el Hospital de Sancancio. Ese lugar me parece como una isla de la realidad, como si lo que pasara allá perteneciera a una escala de tiempo diferente y sobre todo a una definición distinta de espacio en la que los que seguimos ese precepto social intangible somos los verdaderos equivocados.

He ido muy poquitas veces. La primera a visitar a un amigo. Nos sentamos ahí en esa glorieta pequeña de la entrada a conversar mientras se comía unas galletas que le había llevado. Era muy raro porque yo no dejaba de pensar: "Está loco" pero él se comportaba de una forma completamente normal. Solo era algo en la mirada, una cosa sutil en la forma de mirarme que me hacía pensar que él había entendido algo que yo no había entendido y que reiteraba en ese silencio extraño con el que parecía decirme: "Yo le quisiera explicar, pero usted está cuerdo".

Ana María Mesa Villegas dijo...

Yo sí creo que hay gente evadida que ya entendió bien cómo es que es la cosa. De verdad... pero como me dijo Juan en estos días, el circo de los normales es pensárnosla demasiado.

Y reitero, Daniela, que post tan bonito.

Ratushka dijo...

:)
Yo al Hospital (de verdad) hace rato no voy como paciente pero sí tengo que ir cada rato a hacer prácticas a todo tipo de hopsitales..de adultos, infantil, psiquiátrico, geriátrico...y debod ecir que tengo sentimientos encontrados cone se lugar. A veces salgo maravillada, con la firme certeza de estar estudiando y dedicándole mi vida a lo correcto. Salgo contenta y con ganas de metérsela toda a la carrera y aceptar los sacrificios que implica. Otros días salgo hecha un 8, con la vocación por el piso...detestando el olor de los pasillos, el sufrimiento de los "inquilinos" y las extrañas actitudes de los que allí laboran. En todo caso, veo el Hospital como un lugar al que nadie quiere ir y del que muchos reniegan pero que a la hora de una "calamidad" de salud, representa un alivio, un sitio donde uno tiene la seguridad y la tranquilidad de que están haciendo lo posible por repararle a uno el motor o cambiarle los repuestos. Me gusta verlo como un taller...por feo que pueda sonar...es así. La mayor parte del tiempo me siento bien de ser aprendiz de mecánico, es agradable la sensación de hacer algo por los demás y la medicina en sí es tan apasionante como compleja. En fin....mi hogar-hospital también me despierta últimamente dichos sentimientos encontrados. Se me está muriendo la abuelita en la casa y el ambiente se tensa. No me había tocado la agonía y la muerte tan cerca y es una experiencia extraña, triste y, a la vez, enriquecedora. Algo de eso intenté plasmar en este post.
Gracias por los comentarios :)

Ana María Mesa Villegas dijo...

La muerte de los viejos me parece justa. ¡Un abrazo!

Patito dijo...

Que linda entrada, estaba dando una vueltita por este blog y me quedé en una pieza después de leer esta entrada. Es que es muy buena. Ah! aveces (las más) me siento un poco resfriada del alma, congestionada en las esperanzas y con un fuerte dolor de conciencia por lo que no hice a tiempo ¿tú crees que debo pasarme por tu hospital? :D