martes, 26 de febrero de 2008

"La gorda Raulito", "Todos los muchachos", "Avanti Morocha" y otros cuentos


Anoche pensé bastante en todo lo que pasó. Increíblemente ahora puedo sonreír mientras recuerdo o mientras creo recordar pues todo se ve distante e irreal, ni siquiera hay testigos que puedan corroborar esos recuerdos. Tal vez ese fue mi error.
Pero no, esta vez no quiero hablar de errores. Creo que tengo razón al pensar que las lágrimas nunca escapan solas. En tu caso, tanta agua salada ha ido arrastrando el dolor, el rencor, la impotencia, la confusión...bueno tal vez no del todo la confusión.
Me pregunto a veces si aún quisiera tener contigo esa última conversación que me negaste. Me pregunto también si de no haber perdido tus cartas tendría ahora el valor de leerlas. Y para mi sorpresa me respondo que sí pero creo que lo hago simplemente por orgullo o para salvar la reputación de mi supuesta fortaleza porque en realidad sé que no sacaría nada bueno de remover los escombros de un puente imaginario.
No lo creí posible al principio pero ahora veo con asombro que los sonidos, las imágenes, las palabras cruzadas entre tú y yo se vuelven cada vez más borrosas, más lejanas, más ajenas.
Aún así puedo recordar con increíble lucidez 2 noches.
Fue tal vez una de las noches más felices y reveladoras de mi vida, puedo sentir la temperatura del agua rodeando mi piel y la juguetona combinación: fría, caliente, fría, caliente...
Era una noche hermosísima. Mientras flotaba en silencio observé detalladamente el firmamento, puedo recordar perfectamente el brillo de aquellas estrellas, su posición. (Acabo de recordar tu anécdota en el lago y creo que al igual que tu experiencia esta que ahora relato me hizo amar un poco más el cielo). Recuerdo también el olor. Ese olor indescriptible del campo, ese olor que sólo se disfruta plenamente con los ojos cerrados intentando, ingenuamente, adivinar la composición de tan mágico aroma.
Ahí estuve yo esa noche y cuando al fin la soledad fue completa me acosté sobre aquel muro. El frío invadió inmediatamente todo mi cuerpo semi-desnudo pero el increíble calor que sentía por dentro terminó anulando por completo no sólo la temperatura externa sino cualquier otra distracción. Yo necesitaba pensar en ti, necesitaba con toda mi alma sentirte acostado a mi lado esa noche. Lo deseé, lo deseé como jamás había deseado nada hasta ese momento.
Al abrir los ojos supe lo que había pasado y no pude evitar regalarle a aquella mágica noche una tímida sonrisa. Recuerdo. Recuerdo mi pelo mojado humedeciendo la almohada. Y ese es el último recuerdo que conservo de esa noche.
Ironía.
La segunda noche, en cambio, la considero una de las más tristes de mi vida. En realidad no fue sólo una noche, fueron varias..pero mi conciencia ha decidido hacer una recopilación y comprimirlo todo en una sola noche: Esa noche.
Sigo sin entender por qué escogiste esa fecha. Si la escogiste por algo en especial o simplemente fue algo espontáneo.
Recuerdo mi día, recuerdo tus sauces, recuerdo mis lágrimas, recuerdo tu adiós.
Sigo sin entender la mayoría de cosas que ocurrieron en esas horas pero cada día pierdo más el interés por descubrir dichos misterios. Lo que me parece realmente increíble es haber olvidado la mágico-trágica fecha después de haberla tenido dolorosamente presente por tanto tiempo. He dejado de contar y el olvido ha sido generoso.
(Sonrisa.)
Daniela
26/02/08

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