lunes, 8 de junio de 2009

Arena enredada en las pestañas.




El tiempo existe en los ojos. Tenemos un tic-tac incorporado al parpadeo. No se puede parar el tiempo (únicamente puede congelarse por breves instantes) al igual que no se pueden dejar los ojos abiertos indefinidamente. El reloj sólo se detiene al unir por última vez los párpados.

Son extrañas las salidas que encuentra a veces la escritura. Estoy acá tecleando hoy por culpa de una amnesia musical que me hizo sonrojar intensamente y me movió a pensar algunas cosas.

El tiempo es en verdad una cosa única y misteriosa. Son impresionante sus bellezas, sus estragos, sus milagros.
Pensaba, acá sentada, lo beneficioso que puede ser el tiempo, por ejemplo, en relaciones amorosas y/o de amistad.
El tiempo ahoga las inseguridades, pule la forma de querer al otro, de pensarlo, de tocarlo.
Madura el sentido del humor con el paso de los días y, pocas cosas son más gratas que disfrutar de humores compatibles y complementarios.
Nada como equivocarse frente a un buen amigo, con la mayor tranquilidad de no ser víctima de burlas, juicios o envenenadas correcciones.
Hay pocas cosas más agradables que poseer la capacidad que otorga el tiempo de interpretar de manera,casi inequívoca, las señales del otro: de comprender sus gestos, sus silencios, sus miradas, sus cercanías, sus distancias e incluso, algunas veces, sus razones.
El tiempo es realmente el único semi- amnésico, semi-permanente remedio para muchos sinsabores.
Y, al igual que el resto de las "cosas", también cuenta el tiempo con su otra cara de la moneda, esa que lastima, esa que separa, esa que atrofia.

Tiempo.Tiempo.Tiempo.

Tiempo de acabar con esta entrada.

Daniela
8/6/09

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